sábado, 6 de abril de 2013

Day

Te despiertas y piensas en apagar el despertador y quedarte unos diez minutos de gloria en la cama tan plácidamente, como cada mañana, pero decides levantarte de golpe. La rutina no cambia: acicalarse, desayunar, vestirse, salir de casa, coger el metro, la renfe... El metro, ese medio tan preferido para los ciudadanos de las 8:00 am, ese 'lugar' de encuentro con la misma persona a una determinada hora, ese mundo dónde las miradas se intercambian, dónde unos labios tristes se apagan tras ver a la persona de al lado, de enfrente, la que está de pie junto a ti, y te sonrojas por nada. La misma rutina.

Hasta que un día propones darle un cambio de tuerca, crees que algo interesante, incluso importante, sucederá. Mantienes los ojos bien abiertos y los puños bien cerrados. Deseas que se de la vuelta, que se produzca un choque y se te caiga algo para luego que las miradas se encuentren. Romántico ¿verdad? Para que luego todo acabe y vuelves a tu rutina sin ya esperanzas de vida en tu interior. Sabes que ya no te necesita, solo pisó tu corazón, su rutina.


GONZALO MARCHANTE

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